Encontraremos un camino, si no existe, lo crearemos
Nadie entendía porque María, una prometedora médico, con todas las posibilidades para convertirse en una reputada profesional de la salud, un día lo abandonó todo para irse a África. La gente especulaba alrededor de las causas barajando desde las más lógicas, hasta las más increíbles.
Maria y yo habíamos sido novios, amantes y compañeros en la universidad. Infinidad de veces habíamos alineado los factores para que el amanecer nos encontrase enredados en las sábanas de la misma cama, habíamos mentido a padres y tutores para poder seguir unidos en vacaciones, en definitiva, habíamos disfrutado del amor con todas nuestras energías. Por eso no me extrañó que una de las causas que la gente había utilizado para explicar la marcha de María fuese nuestra ruptura. Nada más lejos de la realidad. La causa efecto era inversa.
Sigo manteniendo una comunicación casi constante con ella, recibo cartas en las que me narra lo angustioso de la situación africana, lo duro que es intentar curar enfermedades que en el primer mundo son casi una anécdota y allí se convierten en verdaderas pandemias que arrasan aldeas enteras. Le envío todo el dinero que me permite en este mundo tan competitivo mi delicada situación de joven arquitecto. Lo último que le hice llegar fue un paquete de un millón de preservativos "Espero que tengas suficientes, te estas volviendo muy promiscua -le bromeé- me he tenido que recorrer todas las farmacias de la ciudad para encontrar de tu gusto" la vi reír en un video que me envió, y las clases en las que intentaban explicar a un grupo de matrimonios la forma de utilizar los anticonceptivos y su necesidad para frenar la que se esta convirtiendo en principal causa de mortandad en África: el sida. Yo era su contacto en el mundo afortunado.
"Encontraremos un camino, y si no existe, lo crearemos” aquella máxima del general Aníbal se había convertido en nuestra frase de universidad y ella siempre me la repetía cuando me pedía cosas: retrovirales, un hospital de campaña, muletas, prótesis, etc. Yo movía mis contactos en ongs, en gobiernos e instituciones, pero cada vez me encontraba con más puertas cerradas, con menos presupuestos y más espaldas que manos firmando cheques. Ella cada vez me pedía más, y yo cada vez sufría más por no poder dárselo.
Aquella mañana, recogiendo el correo, encontré su carta, como siempre, llena de sellos de las oficinas de correos que había recorrido hasta mis manos. La abrí con desgana, sabía que era un cúmulo de agradecimientos, de fotos y por supuesto, un aluvión de peticiones que ya empezaban a mermar mi paciencia y carácter, pero cuando abrí la carta y vi la postal me quede perplejo, con la mandíbula desencajada y el resto de papeles cayó de mis manos hasta el parquet. "¿Puedes traernos la navidad aquí?".
Indudablemente había enloquecido en aquellas tierras, tiré la postal lejos y estuve toda la mañana dando portazos y destrozando papeles en los que me era imposible concentrarme. Le grité a las paredes ante la imposibilidad de poder hacerlo a ella, y ya cuando mi cabeza empezaba a estar a punto de saltar de mis hombros, decidí salir a pasear para intentar despejarme.
La ciudad presentaba un aspecto de intensa actividad con la proximidad de las fiestas de pascua, los comercios abrían sus puertas a los devoradores de productos, y la gente corría de un lado a otro buscando ese objeto especial que demostrase el amor que se profesaba a la persona receptora, como si el amor se pudiese concentrar en un objeto. Y entonces, mi mente se despejó de golpe, supe lo que tenía que hacer para llevarle a María la navidad. Tenía que crear el camino.
La noche africana esta llena de ruidos de la selva, sonidos que pueden llegar a ser terroríficos, pero no era eso lo que mantenía despierta en su cabaña a la joven, era el pensamiento de haber perdido parte de su corazón. Se levantó de la cama y comprobó la fiebre de la niña que había trasladado a su dependencia, se encontraba estable.
Sabía que había abusado de la amistad que aún la unía a Jose, había ido tensando tanto la cuerda que al final se terminado por quebrar, pero era tan angustiosa la situación en la que se encontraba la aldea, que cada día encontraba una nueva carencia. Pero lo de la navidad...aquello había sido la gota que había colmado el vaso...pero la añoraba tanto, echaba tanto de menos a su familia, a Jose y a todo lo que había vivido, que a veces hasta se cuestionaba su permanencia allí. Aquella postal la había escrito pensando en las fechas que se avecinaban, pero lo que realmente quería escribir era: "ven a verme por navidad".
Una lágrima de las que anegaban sus ojos se deslizó por su tostada mejilla, por eso apenas pudo ver lo que estaba sucediendo ante sus ojos, pero los chillidos la devolvieron a la realidad, se apartó las lágrimas sobresaltada y corrió hasta la cama, tomó a la niña entre sus brazos y se dirigió a la puerta. Nunca había vivido un ataque entre tribus, pero la habían hablado de ellas, eran crueles y virulentas, ya que la principal arma usada eran machetes. Pero cuando llegó a la plaza, descubrió que no había ataque alguno, todos los habitantes de la aldea estaban allí, contemplando el cielo, un cielo del que caían...copos de nieve!! y cuando María y los otros aún no se habían repuesto de su perplejidad, en un rincón de la plaza se hizo la luz y surgió un enorme árbol de navidad todo lleno de luces, cintas y bolas, y sentado a sus pies, un Jose caracterizado del rey Baltasar aguardaba rodeado de pequeños regalos.
Creo que se besaron un millón de veces, entre risas y lágrimas Jose la reprochó todo lo que había tenido que hacer para lograr trasladar hasta allí una máquina de hacer nieve, pero lo que no había logrado era que le dejaran tirar fuegos artificiales por el riesgo de incendio. María le presentó a todos los niños y adultos de la aldea, nadie se quedo sin su regalo, a excepción de María.
-¿Para mí no hay nada majestad?- preguntó mimosa.
Él se encogió de hombros, rebusco entre los ropajes hasta llegar a los vaqueros, y sacó un pequeño paquete. Era un anillo.
Aquella noche volvieron ha hacer el amor como en los tiempos de universidad, fundiendo sus cuerpos en uno solo. Ahora la gente tiene otro motivo para especular las causas que motivaron ha Jose a dejarlo todo e instalarse en África, pero yo las sé, se llaman María y un bebé que nacerá el 25 de diciembre, tendrá los ojos de Jose, el corazón de María, y por supuesto, se llamará Jesus.
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elena -