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UN PEZ ENREDADO

Empatía

Es Julio y hace un calor seco, de esos antiguos, de cuando los campesinos perseguían al sol con sus grandes sombreros de paja, luchando contra el campo, el cansancio y la vida, los hombres iban en cabeza, abriendo brechas con sus hocinos en los campos, detrás, las mujeres, enlazando las largas espigas en haces, y solamente cuando el ocaso había muerto, podían tener un descanso que se convertía en un encuentro que los limpiaba del día, llevándose el cansancio y la distancia.
Pero eso son otros tiempos, tiempos pasados y extintos, donde las palabras no eran cadenas de mensajes a golpe de teclado, donde la comunicación era menos aséptica, y podías, en unos ojos, ver todas las respuestas. Una letra, una frase, pueden contener 1000 mentiras, una mirada es una pura verdad. La pura comunicación creo que no precisa de mucho artificio, es la gente, la persona, la que se rodea de cientos, quizá miles de falsedades para protegerse, sin darse cuenta de que se esta asfixiando en si misma.
Yo amo la comunicación interpersonal, tengo gente con cuyos hilos estoy unido por muchos, demasiados kilómetros... Es gente a la que nunca he tenido al lado, nunca he visto, y temo que mucha de esa gente seguirá a esa distancia siempre. Pero la que me preocupa es la gente que me rodea, la que esta tan cerca que si alargase mi mano desde donde estoy tomando el café, podría tocar. Esa es la gente que importa, la que puedes ayudar o recibir ayuda de ella, pero que por desgracia, daría lo mismo que estuviesen a cientos o miles de años luz, porque es tan inalcanzable para mí como una estrella más. Somos fríos, distantes, como si un simple hola, un gracias o una simple sonrisa, nos pusiera en peligro de muerte, y observamos a quien nos rodea como si no fuesen humanos, incapaces de empatizar con ellos.
Pasamos tan rápido por la vida, con tanto cuidado para no mojarnos con ella, que moriremos sin haber vivido.

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