Siempre encuentro una mano tendida
¿Por qué dudar entonces?. Pues porque las cosas a veces no son lo que parecen. No hay mayor incertidumbre que la de saber que no hay creencias inamovibles.
No soy nada enrevesado si escribo esto. Cada uno puede encontrar en el fondo de su corazón una de estas situaciones. Cuando descubres eso te precipitas al vacío y casi siempre encuentras un nuevo sentido a lo que está por venir. Eres capaz de encontrar energías renovadas que te ayudan a cicatrizar la herida, y levantarte es cuestión de un esfuerzo de mayor o menor importancia.
Pero no todos corremos la misma suerte. Los apasionados hacemos un recorrido más largo. La llegada de la ilusión y la esperanza te elevan hasta un cielo que te nubla cada minuto en que estuviste herido, cada día convaleciente, cada lágrima que tragaste en lo que suponías la más absoluta de las soledades. Entonces andas entre nubes de algodón, los abrazos te hacen temblar de emoción y eres un sensible manojo de sensaciones con la lágrima a flor de piel. Los besos se te antojan vino viejo de la mejor solera que te emborracha y te mantiene en la sonrisa permanente. El roce de la piel del amor que te acompaña (esta vez con una luz cegadora) te enerva todo aquello susceptible de ser enervado y pone tu alma en ese punto en el cual no sabes si continuas en el mundo de los vivos, o vives de nuevo una jugada de las que te proporcionan los brazos de Morfeo de la que te despertarás luego.
Todo ese mundo de luz y emociones, se vive sin red de seguridad, así que cuando descubres que lo que creías no era como lo creías, los apasionados percibimos todo como el mismo fin de la vida, como la carencia absoluta de sentido para cuanto puede sobrevenirte. Te sientes una marioneta en manos de un destino, absurdo, cruel, cuya frialdad carente de compasión, deja que te magulles se te acuchille el alma, poniéndote en un comatoso estado de desazón, desidia, y desinterés por una vida que ahora solo ves como tortura antes del final. No ves la salida y no recuerdas que haya nadie a tu lado salvo el amor, un amor incapaz de sacarte del abismo, pero al que te ases con todas tus fuerzas mientras su calor te abrasa la mano.
Aún así no sabemos ser de otra forma, no podemos. Necesitamos la adrenalina segregada cuando el viento sopla a tu favor, y no eres capaz de saber si saldrás de aquello, pero cuando la mano tendida aparece y te eleva, no puedes ya mirar atrás y la sigues ciego de esperanza, como si nunca hubieses olido a azufre, como si el olor de la sangre aún caliente solo fuese el un mal recuerdo de lo que sucedía solo hace unos instantes.
No puedes entonces olvidar la textura, la firmeza, ni el alma de aquella mano. La incorporas a tu vida sin saber si la recordarás llegado el momento y te sientes agradecido y atado a ella para siempre. Sabes que nunca podrás devolverle su esfuerzo, su oportunismo, pero te la apropias, y es un miembro más de tu mismo cuerpo....
Espero que comprendáis mi arrogancia sabiéndome parte de una especie (la de los apasionados) cuya suerte se me antoja infinita.
Sirva este escrito como homenaje a cuántos fuisteis MANOS TENDIDAS de mi vida, y aquellos que estén por venir....
4 comentarios
mari -
Besitos
lucas -
No sé si incluirme en el grupo de los apasionados o directamente en el de los locos. Sigo en la penumbra, más aún si cabe, pero tengo uñas afiladas que desgarran esta placenta de oscuridad y me ayudan a nacer cada día.
Nacho -
No es fácil entender tanta pasión en ciertas circunstancias, y sin embargo los apasionados no estamos ajenos a lo que nos sucede en cada momento, por eso las manos que se nos tienden reciben el mismo nivel de apasionado vínculo (lejos, muy lejos, en muchos casos de la lujuria)
mari -
Besitos