Pinochos del mundo ¡ABSTENEOS! (I)
“Si mientes te crecerá la nariz como a Pinocho”.
Y a mi, Pinocho, me parece un niño tonto, pero claro eso es a mi. De repente salgo del cuento y me doy cuenta de que hay pinochos por doquier.
El embustero es un ser ridículo cuando es descubierto (y como dice la sabiduría polpular, se coje antes a un mentiroso que a un cojo), pero también lo es mientras miente, aunque en este caso es menos aparatoso ya que es el mismo quien se ve ridículo y eso, claro está, es perfectamente curable, tanto que urde en su cabeza mentiras (las cuales le parecen verdades) para explicar sus embustes. Tienen una habilidad especial para hacer parecer verdad, lo que cualquiera que le conozca un poco sabe que es una burda ficción insostenible.
Pinocho vivía absurdos mundos vacíos que le decepcionaban así mismo cuando la soledad le sobrevenía, pero daba igual: después venía la vorágine de actividades vacías que tapaban lo que acumulaba su subconsciente.
Me molesta hablar de los mentirosos, porque en una mentira hay alguien que es protagonista sin saberlo y que merece todo mi cariño y respeto: le voy a llamar, para entendernos, el “mentido”, es decir aquel que sufre las consecuencias de la falacia urdida por su interlocutor. Y ese sí merece todo mi tiempo.
Hay un tipo de “mentidos”, que me hacen sufrir especialmente. Son aquellos cuya ingenuidad se ve invadida por una avalancha de trolas, las cuales, para su desagradable sorpresa, provienen de alguien cuya posición como ser querido, le hacía depositario de la plena confianza del “mentido”. Es probable que nadie sea capaz de medir el dolor tan inmenso que causa esta situación, llegado el momento del descubrimiento. Hablamos del mentiroso que le añade a su falsedad, la nocturnidad, la alevosía, el ensañamiento, la repetición, la falta de escrúpulos. Ahí quedan a merced de un montón de falsedades, esos “mentidos”, que a partir de ahora, tendrán que recomponer su escala de afectos y luchar contra sí mismos, contra su tendencia natural a amar y confiar a ciegas, y probar a desterrar de su vida a tan dañina compañía. ¡Cómo si no tuviesen bastante con haber sido felizmente ignorantes durante tanto tiempo!
Mentir no es tan sangriento como asesinar previa tortura, pero si lo haces con quien dices amar, es peor que cualquiera de las atrocidades de los “mejores” tiempos de la Gestapo. Y el “mentido”, para más escarnio suyo, tiene que justificar socialmente su profundo hundimiento al ser consciente de su realidad. Su jefe no entenderá que no acuda a trabajar, sus amigos no comprenderán que no desee coger el teléfono y sus progenitores no entenderán que se encierre en su cuarto con el apetito anulado.
A alguien incluso le parecerá ingenioso y liberal que el embustero se justfique con todo tipo de artimañas. Todo el mundo habla de la aceptación que tienen los canallas, troleros compulsivos e incorregibles, con un éxito arrollador entre los seres del sexo contrario, los cuales ya no les parecen ni tan liberales ni tan graciosos, cuando se convierten en víctimas de los cuentistas.
Querría no despertar de mi mundo de ensueño, en que los mentirosos solo se ven en la televisión y no se acercan a mi ni por asomo.
Mentirosos del mundo, ¡ABSTENEOS!. Dejadme en mi ignorancia.
4 comentarios
lucas -
Nacho -
Hay una segunda parte y la voy a redactar.
Nacho -
No sé que batallas libras ahora, o en qué virtual mundo te has hundido para llegar a malinterpretar (si es que ha habido interpretación alguna) mi pequeño e incompleto tratado sobre la mentira.
Nunca quemo puentes; nunca hundo barcos. Nunca tuve tanta agresividad, porque nunca anduve en guerras con nadie. Los barcos y los puentes son de ida y vuelta, y me haría un flaco favor. Así que no veo lineas ocultas que rebasar, ni utilizo la sutileza para decir lo que quiero. Llegado el momento me cuidaría en las formas, pero no me silenciaría nada ni nadie.
Desconozco en qué andas metido, pero tengo la sensación de que aún tengo que conocer más facetas tuyas que me sorprenderán. No recuerdo haber empezado ninguna partida de ajedrez contigo, pero si lo hiciese, doblaría el rey antes que lanzarte mi infantería por tierra, mar o aire porque daría mi vida si ello fuese imprescindible para la paz.
Me gustaría, si fuese posible, que retomaras mi escrito y me mirases de nuevo. Luego, explícame tu historia sobre lineas rebasadas, puentes, barcos y piezas negras del ajedrez.
¡¡¡¡Lucas, que soy yoooooo, Nachoooooo!!!!
P.D. Imagino que no tiene nada que ver con esto el hecho de que haya desaparecido mi categoría de la bitácora.
lucas -